CONTRALÍNEA.MX
La vez anterior (Radar Geopolítico, 12 diciembre de 2010) expuse algunas reticencias sobre el contenido hasta ahora vertido por Wikileaks (alrededor del 0.4 por ciento del total del cuarto de millón de cables del Departamento de Estado) que deben ser tomadas en cuenta para una evaluación integral del caso, pero de ninguna manera, como afirmé categóricamente en mi columna bisemanal de La Jornada y en mi comentario quincenal en Radio Universidad de Guadalajara, en el más depurado estilo volteriano (expresar la verdad por encima de cualquier interés, aún el personal), podemos prohijar los atentados contra la libertad de expresión y, menos, aprobar la brutal persecución contra su director ejecutivo, Julian Assange, el australiano de 39 años a quien Estados Unidos, Suecia y Gran Bretaña "bajo artimañas legaloides muy pueriles, como del asalto sexual por ausencia de uso de preservativos" desean inmolar como el primer mártir en el altar del ciberespacio neototalitario.
Lo peor de todo es que Estados Unidos se quedó sin discursos respecto de preservar la sacrosanta libertad de expresión (establecida en la Primera Enmienda de su Constitución), así como ya le había sucedido en el tema trascendental de los derechos humanos cuando fue desnudado en sus atrocidades en la cárcel de Abu Ghraib (en las afueras de Bagdad) y en su maltrato a los prisioneros de Guantánamo
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