No cabe duda que, aunque en diferente medida, el narcotráfico es un grave problema que afecta a toda la región latinoamericana, bien por ser países productores de coca o porque su territorio es empleado como rutas para dar salida a la droga. Sin embargo, y pese a la existencia de esta amenaza común, es interesante observar cómo, según los gobiernos, se enfrentan esta amenaza de distinta manera. Muy particularmente en relación a la cooperación estadounidense.
Mientras que México y Colombia, ésta desde antes, cuentan con ayuda estadounidense, Venezuela y Bolivia por ejemplo rechazan frontalmente cualquier tipo de cooperación y presencia norteamericana. El motivo de esta diferencia es ideológico y no estratégico. Los países que se niegan a recibir esta ayuda se caracterizan por su furibundo antiimperialismo y de hecho guardan importantes diferencias programáticas e ideológicas con los gobiernos de los países latinoamericanos mencionados. De acuerdo a su planteamiento consideran que la ayuda estadounidense y la presencia de agentes en América Latina para cooperar en la lucha contra el narcotráfico ha sido una forma de asegurarse su intervención e influencia, sin control alguno, en la región.
Los países proclives a recibir ayuda estadounidense fundamentan su petición en la responsabilidad que los Estados Unidos tienen en el desarrollo del narcotráfico, pues son el mayor consumidor de drogas y, por tanto, es su demanda la que activa y acrecienta el problema. De acuerdo a este argumento México reclama permanentemente el aumento de la ayuda y la colaboración estadounidense que considera insuficiente. Por su parte, Colombia acaba de recibir la ayuda que los Estados Unidos habían congelado, por considerar que no se respetaban los derechos humanos.