Por Paula Lugones (*)
Canaliza el malestar económico y detesta todo lo que encarna el presidente Barack Obama
Legislativas en EE.UU. Cuando John Manick, dueño de una casa de empeño colmada de escopetas en Wasilla, Alaska, señaló a esta enviada por quién iba a votar, fue más que una obviedad.
Ese hombre musculoso, padre de 8 hijos, que ama cazar alces y pescar salmones para que su esposa los guarde en el freezer para comer todo el año, no podía elegir otra cosa que los candidatos del movimiento ultraconservador que hoy se agiganta en los Estados Unidos: el Tea Party, ese grupo enérgico, inorgánico, difuso, furioso, recalcitrante, que nadie sabe bien qué es, pero canaliza el enojo por la economía y que –según muchos prometen– cambiará el rumbo del país.