El 2 de mayo de 1945, luego de una larga, costosa y deshumanizante guerra iniciada en 1939, las fuerzas alemanas del Tercer Reich entregaron la ciudad de Berlín a las tropas del Ejército Rojo. En esa misma fecha, las fuerzas alemanas en Italia se rindieron ante el Ejército estadounidense, mientras las fuerzas nazis en el Norte de Alemania, Dinamarca y los Países Bajos harían lo propio el día 4 de mayo. El resto de las fuerzas alemanas adscritas al Alto Mando se rendirían incondicionalmente en Reims, Francia, el día 7 de mayo poniendo así de esta manera fin a la Segunda Guerra Mundial en el frente europeo. Algunos restos del Ejército alemán ya diezmados continuaron batiéndose contra fuerzas aliadas en Europa Central hasta el 12 de mayo.
Durante la última conferencia aliada celebrada en la ciudad de Potsdam, a las afueras de Berlín, entre los días 17 de julio y el 2 de agosto de 1945, los dirigentes políticos de las principales potencias aliadas discutieron los términos y condiciones sobre los cuales se daría la ocupación aliada de Alemania. También acordaron darle un ultimátum al Ejército Imperial japonés reclamando su rendición incondicional.
El 6 de agosto de 1945, a partir de una Orden Secreta suscrita desde el mes de julio del mismo año, el Presidente Harry S. Truman había decidido utilizar una nueva arma, desarrollada en también sobre el más riguroso secreto, donde por primera vez en la historia de la humanidad la energía liberada por el átomo sería utilizada como arma de destrucción. La bomba atómica, apodada por los militares estadounidenses como “Little Boy”, fue lanzada sobre la ciudad de Hiroshima seguida más adelante con el lanzamiento de una segunda bomba, esta vez construida y diseñada como una bomba de plutonio, sobre la ciudad de Nagasaki.
De acuerdo con los historiadores, la decisión del Presidente Truman de recurrir a este tipo de armamento para forzar a Japón a su rendición, estuvo impulsada por la experiencia sufrida por el ejército estadounidense en la batalla por el control de Okinawa. En ella, un Japón al sin poder naval ni aéreo opuso una tenaz y encarnizada resistencia frente a las unidades de la Infantería de Marina de Estados Unidos causándole cuantiosas bajas, lo que llevó a analistas militares a estimar que el número de muertos y heridos estadounidenses en el proceso de invasión a Japón podría conllevar cerca de 1.4 millones de efectivos, así como de millones de civiles y milicianos japoneses que habían sido entrenados para la defensa de su patria. Otros analistas han indicado que lo que impulsó al Presidente Truman a firmar la Orden fue el cuestionamiento hecho por un cercano colaborador sobre cómo respondería ante el pueblo estadounidense de cara a una elección presidencial próxima cuando se enterara que, teniendo a su alcance el poderío que representaba este tipo de armamento, expusiera a su propia población a pérdidas tan sustanciales en un intento de ocupación militar de Japón mediante métodos convencionales. Recordemos que en los pasados años, específicamente a partir del Ataque japonés a Pearl Harbor se inculcó en la mente de los estadounidenses la condena de esta fecha como el “Día de la Infamia”...
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