jueves, 16 de septiembre de 2010

Celso Amorim: Un nuevo mapa del mundo.

13/09/2010

Hace siete años, cuando se hablaba de la necesidad de cambios en la geografía económica mundial o se decía que Brasil y otros países deberían desempeñar un papel más relevante en la Organización Mundial de Comercio (OMC) o integrarse de modo permanente el Consejo de Seguridad de la ONU, muchos reaccionaban con escepticismo.

Desde entonces, el mundo y Brasil han cambiado a una velocidad acelerada, y algunas supuestas "verdades" del pasado se van rindiendo ante la evidencia de los hechos. Las diferencias en el ritmo de su crecimiento económico con relación a los países desarrollados han convertido a los países en vías de desarrollo en actores centrales de la economía mundial.

La mayor capacidad de articulación Sur-Sur -en la OMC, en el FMI, en la ONU y en nuevas coaliciones, como el BRIC- eleva la voz de países que antes estaban relegados a una posición secundaria. Cuanto más hablan y cooperan entre sí los países en desarrollo, más son escuchados por los ricos. La reciente crisis financiera puso de manifiesto de manera aún más evidente el hecho de que el mundo ya no puede estar gobernado por un consorcio de pocos.

Brasil ha intentado de forma osada desempeñar su papel en este nuevo escenario. Tras siete años y medio de Gobierno del presidente Lula, la visión que se tiene del país en el exterior es otra. Es innegable el peso cada vez mayor que Brasil, así como un grupo nuevo de países, tiene hoy en la discusión de los principales temas de la agenda internacional, desde el cambio climático al comercio, desde las finanzas a la paz y la seguridad. Esos países aportan una nueva forma de mirar los problemas del mundo y contribuyen a un nuevo equilibrio internacional.

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