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Hay una percepción generalizada de un fuerte vínculo entre los inmigrantes y el crimen. Es común oír a aquellos que se oponen a la inmigración argumentar que el primer acto que los inmigrantes ilegales cometen en suelo estadounidense es infringir la ley, me refiero a nuestras leyes de inmigración, y que son criminales ipso facto que continuarán ignorando las leyes del país mientras sigan pisando su suelo. Los defensores de esta clase de argumentos generalmente se oponen tajantemente a cualquier reforma migratoria que ofrezca a los entre 10 y 12 millones de indocumentados en Estados Unidos cualquier camino hacia la obtención de la ciudadanía, asegurando que tal "amnistía" sería un premio a la violación de la ley.
[Inmigrantes]
La asociación entre los inmigrantes y el delito se fortalece gracias al diluvio semanal de noticias sobre la violencia relacionada al narcotráfico y las pandillas en México, a medida que el presidente Felipe Calderón intenta derrotar a las poderosas mafias de la droga. Mucho antes de la guerra mexicana contra el narcotráfico, los estadounidenses eran amenazados por los carteles colombianos, las pandillas salvadoreñas y otros grupos criminales de Latinoamérica. Además, es perfectamente cierto que el mero hecho de ser un inmigrante ilegal induce a romper otras leyes. El temor a la deportación, por ejemplo, ocasiona que no se compre el seguro obligatorio para autos, se paguen impuestos o se inscriban empresas.
El gigantesco problema del crimen que se origina en Latinoamérica y se desborda a Estados Unidos existe. Pero es impulsado casi por completo por la enorme demanda por drogas desde EE.UU. Hay muchas cosas que podríamos y deberíamos hacer para mitigar este problema, pero persistirá mientras la demanda siga siendo alta.
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