Desde el editor
Francisco Rodríguez Ortiz
El 7 de Agosto próximo Colombia y la región asisten expectantes a la investidura de Juan Manuel Santos, poniendo fin así a ocho años de Uribismo, que tras sus dos períodos presidenciales deja los siguientes puntos de análisis:
- “La política de seguridad nacional: una política de mano dura hacia las FARC”
Asumiendo el discurso y visibilizando al enemigo como lo hiciera Estados Unidos después de los ataques del 9/11; es decir, haber insertado a este grupo subversivo -guerrilla- en la categoría de "Terrorista", supone un cambio en la connotación y enfrentamiento al mismo. En este punto es necesario recordar la triste experiencia que ha tenido el hegemón en decadencia allá por medio oriente, especialmente en el caso de Afganistán, donde ha perseguido de manera tenaz y sin escatimar recurso alguno a su enemigo, a Al-Qaeda, a Bin Laden, y después de ocho años de persecución solo ha demostrado la ineficacia de sus fuerzas militares y desgaste de un discurso que legitima intervenciones ILEGALES Y UNILATERALES. Se puede aplicar el mismo parámetro de análisis para el país andino? Si, por que el discurso de acción militar contra el terrorismo ha degenerado en la expansión del conflicto en el sur/sur-oriente del territorio cafetero - que por cierto ha dejado secuelas imborrables en sus pobladores, como el desplazamiento, los refugiados, y las violaciones constantes a los derechos humanos-, ha inmiscuido a otras naciones, especialmente a sus vecinos -Ecuador y Venezuela- que dicho sea de paso, se han visto en la OBLIGACIÓN de contener un gravísimo problema que hace rato desbordó las fronteras nacionales colombianas, Ahora, mediante un polémico acuerdo de “cooperación militar” Estados Unidos posee siete bases en dicho país para ayudar en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, una decisión cuestionada no solo por sus vecinos si no, en términos generales por todos los líderes de la región. Además de un proceso de desarrollo militar y armamentista que deja a Colombia en un oneroso segundo lugar en fuerzas militares en la región, superada solo por el gigante Brasil. Y qué ha logrado la mano dura del estado colombiano con las FARC? Bueno, unos cuantos rescates importantes, pero sobre dimensionados mediáticamente, la muerte de algunos guerrilleros y jefes del grupo armado. Más aún la cuestión es que, ni de lejos ha logrado contener, peor aún erradicar la lucha subversiva, la violencia y la tragedia, símbolos de estos ocho años de Uribismo “Salvaje”.
- “La política exterior: el desinterés en la integración”
Seamos claros, sin el apoyo estadounidense, Colombia no podría llevar la bandera de distanciamiento y reticencia como lo hace en los actuales momentos. Reconoce a la OEA y en contraste boicotea UNASUR, reconoce y agradece la benevolencia norteamericana al tiempo que critica la ayuda –al menos en términos de lobby multilateral- de los líderes regionales en pos de la solución de conflictos. El desentendimiento o “zigzagueo” con el que se ha movido el gobierno de Uribe Vélez en términos de reafirmar las nacientes organizaciones regionales es una clara muestra del alineamiento con la política de Washington. ¿Por qué? Porque desde el siglo XIX con la promulgación de la Doctrina Monroe, allá en 1823 por Quincy Adams, la región ha sido el “patio trasero” de Estados Unidos, “América para los americanos” reza dicha doctrina, que implicó entre otras cosas la ascensión de Estados Unidos como el vigilante, dueño y reformador de la región –una muestra es el aseguramiento del pago de la deuda contraída por los estados latinoamericanos en los procesos independentistas con potencias como Francia y Reino Unido (Boersner, 1990)-. Pues esa vigilancia en términos de regímenes políticos afines –OEA- a los intereses norteamericanos y políticas económicas desiguales de comercio bilateral y regional parecen si no llegando a su fin, al menos tomando un giro muy interesante.
En el campo de la política internacional y regional, el camino hacia el multilateralismo, que tiene sus dificultades particulares, está en plena vigencia y desarrollo –ampliación de foros, creación de organismos de cooperación inter e intra regional- es una muestra del cambio en torno a al menos una participación y voz en el debate, otrora circundado y decidido desde Estados Unidos como hegemón y el G8 –industrializados-. La cooperación y el diálogo político internacional verbigracia con potencias emergentes como los BRIC y a otros actores, van tomando relevancia en la arena global.
En términos económicos podemos mencionar así también una apertura importante –pero peligrosa para la visión norteamericana- hacia nuevos socios comerciales. Aún cuando las balanzas comerciales de los países de la región, especialmente los andinos y centroamericanos están ligadas a los Estados Unidos, naciones como Brasil tienen por ejemplo como primer socio comercial China. En este contexto nuevos socios comerciales para la región implican un viraje hacia insertarse en la economía global con regiones como la Unión Europea, Asia y Oriente Medio, es decir expandiendo la visión económica y comercial con el mundo sin dejar de lado el comercio que mantiene con Estados Unidos, quien a su vez ha buscado fortalecer su balanza comercial deficitaria con acuerdos bilaterales, después de la muerte del ALCA. En este punto, la firma de TLC con Estados Unidos, acentúan y profundizan la competencia desigual en la arena comercial bilateral. En el caso colombiano, Santos a diferencia de Uribe, y movido por los grandes intereses económicos de su país quiere cuanto antes reactivar las relaciones comerciales bilaterales con Venezuela –las que caerán según se estima a niveles de 2003-.
En conclusión, el camino hacia un nuevo -y esperemos que verdadero- orden mundial con la ascensión de otros actores, como Brasil, Rusia, India y sobre todo China, serán determinantes en los próximos lustros pues han abierto la posibilidad de pensar, planificar y ejecutar por nuestros medios, alejándose de los lineamientos de Washington. Por eso Colombia representa un aliado de importancia crucial en la región para los intereses norteamericanos, porque bajo el discurso del terrorismo pretende regionalizar el conflicto con las FARC, y a través de esto, frenar el proceso integracionista que emerge con la presencia de un nuevo líder, Brasil. El chavismo neo socialista es tan solo un artilugio encubridor –sobre dimensionado y satanizado con la complicidad del gigantesco aparato mediático internacional- para ocultar el verdadero objetivo norteamericano, mantener la vigencia en su “patio trasero”. Por eso la excéntrica personalidad de Hugo Chávez es perfecta para construir a partir de ésta, la imagen del enemigo de la Democracia, el libre mercado y la paz en la zona andina. Muchos pensaríamos lo mismo de los crímenes de lesa humanidad, los atropellos y arreglos en fallos del sistema judicial, las permanentes denuncias de vínculos gubernamentales colombianos con grupos por fuera del orden de la ley que afectaron al Uribismo en dos períodos presidenciales, etc.
Lo que está en juego es el inminente ascenso de Brasil como líder regional, así como el funcionamiento de los nuevos mecanismos de integración política y comercial. Por eso, los acontecimientos acaecidos la semana última demuestran el “desinterés” muy bien planeado y ejecutado por Colombia con el aval de la OEA, en la normalización de relaciones bilaterales con Venezuela-, que es la cortina de humo, para cuestiones geopolíticas mucho más complejas. Con las declaraciones de Lula de no intromisión en los problemas nacionales por parte de terceros, a las puertas de una reunión extraordinaria de UNASUR y a posteriori, en la primera semana de Agosto, el “cambio de mando” presidencial en Colombia, nos quedamos expectantes.