La ineficacia del Gobierno paquistaní para afrontar la crisis humanitaria causada por las peores inundaciones de la historia del país es un síntoma de la enfermedad crónica que arrastra el sistema político, heredado de los regímenes militares.
Mientras las autoridades se quedaron esperando sentadas a recibir las millonarias ayudas –cifradas en 800 millones de dólares– prometidas por la comunidad internacional, y a que llegasen los equipos de emergencia de Naciones Unidas, los grupos radicales islámicos actuaron con celeridad y se pusieron al servicio de los afectados, alimentando la animadversión hacia el presidente Asif Zardari y su impopular Gobierno.