sábado, 26 de marzo de 2011

La crisis alimentaria golpea de nuevo

Esther Vivas
ALAI

La especulación alimentaria y la 'petrodependencia' como detonantes
La amenaza de una nueva crisis alimentaria es ya una realidad. El precio de los alimentos ha vuelto a aumentar alcanzando cifras récord, en una escalada creciente y consecutiva de precios desde hace ocho meses, según informa el Índice de la FAO para los Precios de los Alimentos de febrero de 2011, que analiza mensualmente los precios a escala global de una cesta formada por cereales, oleaginosas, lácteos, carne y azúcar. El Índice apunta a un nuevo máximo histórico, el más elevado desde que la FAO empezó a estudiar los precios alimentarios en 1990.
Este aumento del coste de la comida, sobre todo de los cereales básicos, tiene graves consecuencias para los países del Sur con bajos ingresos y dependencia de la importación alimentaria así como para millones de familias, en estos países, que destinan entre un 50 y un 60% de sus ingresos a la compra de alimentos, cifra que puede llegar hasta un 80% en los países más pobres. En estos casos, el aumento del precio de los productos alimentarios los convierte en inaccesibles.
Nos volvemos a acercar a la cifra de mil millones de personas, una de cada seis en el planeta, que hoy no tienen acceso a la comida. El propio presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, lo dejaba claro al afirmar que la actual crisis alimentaria había hecho aumentar en 44 millones el número de personas que padecen hambre crónica. Hay que tener en cuenta que en el año 2009 ya se superó esta cifra, llegando a los 1.023 millones de personas subnutridas en todo el planeta, cifra que se redujo levemente en 2010, pero sin regresar a los índices anteriores a la crisis alimentaria y económica de 2008 y 2009.
La presente crisis se da en un contexto de abundancia de alimentos. La producción de comida se ha multiplicado por tres desde los años 60, mientras que la población mundial tan sólo se ha duplicado desde entonces. Por lo tanto, de comida hay. No se trata de un problema de producción sino de un problema de acceso a los alimentos, a diferencia de lo que puedan afirmar las instituciones internacionales (FAO, BM, OMC), que instan a aumentar la producción a través de una nueva revolución verde, la cual no haría más que agravar la crisis alimentaria, social y ecológica que enfrentamos.

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