WSJ AMERICAS
SÃO PAULO—Brasil ha aspirado durante generaciones a trepar al club de los países ricos del mundo. En un sentido, ese momento ha llegado: esta ciudad y otras como Rio de Janeiro están entre las más caras del mundo.
La gran razón es que la moneda de Brasil se ha disparado cerca de 40% contra el dólar en dos años. A ello hay que sumar una tasa de inflación de 6,4% y los paulistas están de pronto pagando el equivalente de US$15 para ver una película, más que los neoyorquinos.
Esos precios reflejan la conversión de la moneda local, el real, a dólares. Los brasileños que ganan salarios locales están mayormente protegidos de la variación cambiaria porque sus ingresos están subiendo respecto del dólar, pero ellos, también, están comenzando a sentir el aguijón inflacionario y una economía candente.
Aun así, suponen un cambio notable con respecto a menos de una década atrás cuando la tierra, los alquileres y la mano obra eran baratos en términos de dólares. Ello hizo que el país sudamericano volátil pero rico en recursos naturales fuera atractivo para inversionistas aventureros y un paraíso caluroso para turistas con presupuestos económicos. Pero un frenesí global de inversiones en Brasil —y otros mercados emergentes— están cambiando ello al hacer que la moneda se dispare.