Hacía tiempo que no presenciaba una movilización masiva como la del jueves pasado en Buenos Aires, en respaldo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que, sancionada por amplia mayoría por el Legislativo para reemplazar una norma que data de la dictadura militar, ha encontrado escollos para su aplicación por sorpresivos y extemporáneos fallos judiciales, muestra de un poder judicial que aún no ha logrado deslastrarse de funcionarios del gobierno de facto (1976-1983).
La puja por la Ley salió del ámbito de los medios, sorteó el de la economía, el de la política y, finalmente se trabó en el de la Justicia, poniendo en claro la sobreexistencia de un poder concentrado, remanente de la dictadura y de los gobiernos neoliberales posteriores, inaceptable en cualquier régimen republicano. En Argentina subsisten lobbies que unen política y justicia, que resultan a veces mucho más poderosos que los poderes Ejecutivo y/o Legislativo.
Hubo muchos hechos destacables, remarcables. Primero, la conformación de esa enorme movilización, donde viejos militantes –de sector obrero y de clase media- se mezclaban con jóvenes estudiantes de las carreras de comunicación social y también piqueteros; donde los pueblos originarios se sumaban a la lucha común, junto a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, donde las dos centrales sindicales trabajaban juntas para defender la democracia y la institucionalidad, donde las banderas de los movimientos y grupos oficialistas compartían las calles con la de la oposición.
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