Hace quince meses, el Perú tenía un
tablero político donde estaban a la izquierda Ollanta Humala y los
nacionalistas y a la derecha Keiko Fujimori y la derecha radical. La
gran prensa - la asociada a la SIP- estaba con Keiko Fujimori; y la
embajada de Estados Unidos apoyaba esa candidatura. Humala era el
sinónimo del “mal” en términos de la gran prensa, y Keiko del “bien” con
un único defecto, que quería sacar a su papá de la cárcel. Fuera de eso
todo estaba muy bien.
Quince meses más tarde, primero
Humala echó a los de izquierda que lo llevaron al poder (a los 136
días), luego argumentó en televisión que hizo eso porque “esa gente” no
sabía trabajar. Eso fue acompañado de un viraje de política exterior
contra los esquemas de integración llegando al extremo donde el Perú no
preside el grupo de trabajo de integración financiera de UNASUR como le
corresponde y al mismo tiempo lidera la presencia militar estadounidense
en territorio sudamericano rompiendo con la idea del Consejo de Defensa
Sudamericano, parte esencial de UNASUR.
Ya virado el rumbo político ahora
hay una inversión de la matriz política a través de la iniciativa de
Humala de indulto a Fujimori, que fue un acto gratuito. Solo que en
política no hay actos gratuitos. La única explicación es que el entorno
montesinista lo sedujo a esa idea sin pensar que si indultas a Fujimori
tienes que indultar a todos los que están en la cárcel por razones
análogas. Al menos tienes que pensar que ese otro lado va a pedir el
indulto en paralelo. De Montesinos mismo ese grupo no tiene gran
preocupación porque está saliendo bien librado de los juicios por
tráfico de drogas y corrupción en todos los casos. Esto dejará a
Montesinos libre en el 2016 como mucho, o quizás antes por buena
conducta.