Carta Maior
REBELIÓN.ORG
Traducido por Antoni Jesús Aguiló y revisado por Àlex Tarradellas
El fantasma que asusta hoy a los portugueses tiene un nombre: la luz al final del túnel. Por ahora, los portugueses no pueden saber si la luz al final del túnel es la luz diurna del aire libre o el farol de un tren que corre velozmente hacia ellos. Sean de derechas o de izquierdas, o ni de una cosa ni de la otra, a los portugueses les gustaría que la luz imaginada fuese la primera, pero temen que se trate de la segunda. Éste es el fantasma portugués y domina por completo el sistema político. También hay los portugueses que no ven ninguna luz y la que les gustaría ver no estaría al final del túnel, sino dentro, para no golpearse con la cabeza en las paredes mientras caminan. Estos son los portugueses fantasma de los que el sistema político no se ocupa.
El fantasma de la luz al final del túnel tiene dos efectos políticos. El primero es que quien está en el gobierno se sirve de él para no respetar el presente y actuar sólo legitimado por el futuro que dice controlar. Todas las rupturas con el presente son imaginables y exigidas para que la luz al final del túnel sea la luz diurna del aire libre. Todo lo que puede o no ocurrir en los próximos meses condicionará durante décadas la vida de los portugueses.
Desde el 25 de abril de 1974, el futuro a corto plazo no se parecía tanto al futuro a largo plazo. La ventaja del gobierno en este aspecto es la de gobernar un país acostumbrado a confundir señales meteorológicas con señales divinas. En principio, el milagro de Fátima no es más ni menos creíble que el de la Troika [1]. Se cumplen promesas con la misma devoción con la que se pagan deudas. En ambos casos, ir de rodillas es una práctica apreciada.
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