Con este
artículo pretendemos demostrar una tesis central: la integración
suramericana –que se convirtió en el principal objetivo de la actual
política externa brasileña– es más que una cuestión económica, la
integración es un fenómeno de larga duración, expresión de un destino
histórico.
El continente americano, antes de la llegada truculenta de
Cristóbal Colón, albergaba una población de cincuenta a setenta millones
de habitantes que estaban relativamente integrados, sobre todo a través
de las conquistas Aztecas en el sur de América del Norte y del avance
del imperio Inca en la región Andina. Hoy sabemos también que la región
amazónica comprendía cerca de cinco millones de habitantes y había una
alta comunicación de estos imperios en su interior, entre ellos y entre
los pueblos que no estaban incorporados a ellos.
La
violenta colonización española y portuguesa (además de las incursiones
de otros centros imperiales europeos) buscó administrar esta vastísima
región articulándola demográfica, económica, social y culturalmente bajo
una dirección única, a la vez que reorientó sus economías hacia el
mercado mundial en expansión del siglo XV al XVIII bajo la égida del
capitalismo comercial-manufacturero. En las regiones de menor densidad
habitadas por poblaciones originarias, asistimos al fenómeno del
comercio de esclavos, traídos de África en condiciones infrahumanas.