jueves, 11 de marzo de 2010

América Latina y el socialismo del siglo XXI

Marta Harnecker

I Introducción
1. Veinte años atrás las fuerzas de izquierda en América latina y en el mundo pasaban momentos muy difíciles. Caía el muro de Berlín, la Unión Soviética se precipitaba en el abismo y terminaba por desaparecer a finales de 1991. Privada de la necesaria retaguardia, la revolución sandinista era derrotada en las urnas en febrero de l990 y los movimientos guerrilleros de Centroamérica se veían forzados a desmovilizarse. El único país que mantenía las banderas de la revolución en alto era Cuba, a pesar de todos los augurios de que sus días estaban contados. En aquellas condiciones era difícil imaginar que dos décadas más tarde la mayor parte de nuestros países iba a ser gobernado por líderes de izquierda.
2. La derrota del socialismo soviético creó una dura situación para la izquierda latinoamericana, especialmente para la izquierda marxista-leninista. Durante la década de los 80 ésta había aprendido mucho tanto de las experiencias dictatoriales del cono Sur y las formas de resistencia que frente a ellas surgieron, como de las experiencias de lucha de los movimientos guerrilleros de Centroamérica y Colombia, comenzando a superar una serie de errores y desviaciones cometidos en las dos décadas anteriores, debido a una aplicación acrítica del modelo bolchevique de partido. Aquí no puedo extenderme sobre este tema que he abordado ampliamente en mi libro “Reconstruyendo la izquierda”1, sólo me limitaré a una breve mención de ellos: vanguardismo; verticalismo y autoritarismo; teoricismo y dogmatismo que llevaban al estrategismo; subjetivismo en el análisis de la realidad que conducía a elaborar estrategias y tácticas inadecuadas; incapacidad de ver la originalidad de nuestro sujeto social revolucionario lo que llevaba a desconocer el potencial de lucha de los movimientos étnico-culturales y del cristianismo revolucionario comprometido con los pobres; concepción de la revolución como asalto al poder por una minoría activa, que desde el estado resolvería los problemas del pueblo; insuficiente valorización de la democracia hasta el punto de distinguir entre las fuerzas revolucionarias y las fuerzas democráticas, otorgando a los aliados socialdemócratas el calificativo de democráticos, como si las fuerzas revolucionarias no fueran democráticas.

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