jueves, 6 de octubre de 2011

La guerra del opio

Margo Glantz
JORNADA.COM.MX

Quién diría que durante el primer cuarto del siglo XIX, cuando Thomas de Quincey o Samuel Taylor Coleridge eran adictos al opio, éste podría comprarse a precios irrisorios en cualquier droguería de su país, Inglaterra; más barato que el alcohol, a él recurrían los pobres cuando deseaban obtener alivio para sus males. En sus Confesiones de un opiómano, De Quincey relata cómo, al pasar por Manchester, hace algunos años, varios productores de algodón me informaron que sus trabajadores consumían cada vez más la droga y era tal la demanda que todas las tardes de los sábados los empleados de las farmacias apilaban en los mostradores de sus establecimientos montoncitos de opio de uno, dos o tres gramos, para satisfacer a los numerosos clientes que acudirían al anochecer.

Link